27 dic 2008

Abaddona

Cae la eterna noche y su sombra se mueve sigilosa, fría entre los escombros de aquella ciudad perdida que alguna vez fue de luz.

Solo los ojos felinos se distinguen de la masa informe de su cuerpo , una desdibujada cabeza , y dos brazos animalmente largos que terminan en garras muy afiladas. Crujen las maderas que roza, y el aire se satura de miasma a su paso, lleva a cuestas la culpa que arquea su andar; la traición por pecado y cruz. No tiene voz propia pues solo son ecos del abismo los que profiere de su boca ; nombres perdidos, acallados y quemados, por el fuego de hileras incandescentes que tiene en lugar de dientes ; susurrando en mi sueño con lentitud y precisión mortal, me dijo al oido : "me llamo Abaddona"

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